martes, 4 de octubre de 2016

MILTON ARIDSON DOSPENSAIMENTOS BERMUDES

Milton Aridson Dospensaimentos Bermudes no podía con su madre. En un puesto de diarios un libro lo atrapó: Cuaderno de recetas para deshacerse de su madre. Leyó en la contratapa: Si usted quiere librarse de la opresión, romper cadenas que desde el nacimiento lo atan, desplegar alas y apagar esa vocecita estridente de su amada madre no dude: aquí encontrará la clave. Una serie de consejos imprescindibles para finalizar cualquier tipo de relación tumultuosa o Edipo prolongado. Leyó como poseso. El diariero miró raro. La cara pegada a las hojas, lamiéndolas. El diariero habló: o compraba o se iba a una biblioteca. Tenía gráficos explicativos, secuencias del paso a paso. Milton pagó con una parte de la mensualidad.
En casa, la voz de la madre lo crispó. Leyó con ese ruido de fondo. Si trabaja, múdese. Se había autojubilado tiempo atrás. Si no trabaja, consiga uno. Allá por el 96 había tenido, lo recordaba. Tres meses. Un supermercado chino. Setenta y dos días: veintidós enfermo por una ulcera varicosa, treinta y cinco había llegado tarde (por culpa de la fatigosa caminata que lo hacía parar varias veces en las dos cuadras que alejaban la casa del supermercado) y quince había quedado al cuidado de su madre enferma de cistitis. Si está imposibilitado de trabajar, robe. Había intentado alguna vez (a su madre) pero ella se dio cuenta (del robo) y él de que robar era más trabajoso (que trabajar). Falta de inteligencia previa, de agilidad para moverse invisiblemente. Caminaba una cuadra, podía escucharse la agitada respiración a mucha distancia. Otra y el cuerpo refunfuñaba exigiendo descanso en un poste de semáforo. Si no puede robar, sea un parásito inteligente. Se ponía interesante. Exprima a su madre, ahorre e invierta en bienes raíces. Eso se parecía mucho a trabajar. ¿Qué eran bienes raíces? Pasó trabajosamente las hojas con decepción. En el epílogo leyó: Si persisten los inconvenientes para deshacerse de su madre puede adoptar una drástica medida adquiriendo el siguiente número Cuaderno de recetas para el asesinato perfecto.
En el puesto de diarios, escondido, entre revistas pornográficas, encontró el libro mencionado. Sin hojear ni mirar al diariero, pagó y se fue. Leyó: Ahora tiene este libro entre sus manos y es probable que algún pensamiento oscuro merodee por su cabeza. Si está decidido a continuar leyendo sabrá que todo acto conlleva responsabilidad. La diferencia radica en librarse de condena. Pasó las hojas, directo a los consejos, a los pasos que debía seguir: Usted tiene sus razones para asesinar, lo importante es que nadie sepa que las tiene. Todos creían que amaba fervorosamente a su madre y por eso que no se había separado de ella ni un solo día en sus 56 años de vida. No existe el crimen perfecto pero haga lo posible para que lo parezca. Se estaba ofuscando, sintiéndose, otra vez, estafado. Pasó algunas hojas. Asegúrese de no dejar rastros, que no haya testigos y, en lo posible, evite la sangre. Si lo que quiere es ver sangre salte a la página 87. Tampoco era tan estúpido. Al final del libro leyó: Si llegó al final del libro es porque seguramente ha tenido éxito en la empresa. Ahora, mirando el frío cadáver se preguntará qué hace con él. Podrá acceder a toda la información necesaria en nuestro siguiente número: Cuaderno de recetas para deshacerse de un muerto.
Todavía le quedaba algo de plata. Leyó: Lo importante es contar con una bolsa de consorcio lo suficientemente grande como para que quepa un cuerpo entero. Podía conseguir eso, sabía dónde. Para mayor sofisticación puede agenciarse una motosierra (en lo posible silenciosa) para desmembrar el cuerpo e ir tirándolo de a poco entre restos de basura. La cosa se complicaba un poco. Pero siguió leyendo. Si cuenta con escasos recursos una sierra manual puede servir al mismo fin. Había visto una bien dentada en la ferretería. Había gráficos explicativos y detalles de cómo y dónde hacer los cortes para un trámite certero. Llegó al final del libro: Si se considera poco diestro para el procedimiento de deshacerse de un muerto podrá acceder a una solución altamente efectiva pero mucho más sofisticada en el siguiente y definitivo número de esta colección titulado Cuaderno de recetas para inducir al suicidio a una persona. Esa es la solución ideal, pensó. Miró el bolsillo de reserva del pantalón pero no tenía suficiente plata. Tendría que esperar la semana próxima, cobrar la mensualidad que, con tanta consideración, le prodigaba su querida madre.

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