jueves, 28 de enero de 2016

UN KIOSQUERO CON FANTASÍAS SUICIDAS I

No entiendo todavía qué me lleva a escribir lo que voy a escribir. Pero tiene que ver con una sucesión de hechos, un estado de ánimo y la vaga sensación de que hay algo fuerte que mueve todo; nosotros, conductos trasmisores de ese algo que no sé qué es ni cómo funciona.

El primer sábado de agosto festejaba su cumpleaños Guillermo, un amigo de Laura. Su casa, un departamento en el octavo piso de un barrio inundado de edificios altos. La vida vertical, paradojas de la seguridad, juego de luces que desnuda toda intimidad. Era una noche calurosa, desde el balcón el aire de alturas ponía en ridículo al fino vientito caliente de un ventilador en cámara lenta. Todos apiñados afuera, en el balcón; distraídos, a unos pasos del vacío abismo. Me acerqué con la espantosa curiosidad de quien no puede dejar de ver lo peor de las cosas. Como quien no puede dejar de ver un perro tirado en la ruta cuando solo se trata de un parche de rueda de camión. Volví rápido a la seguridad de un sillón gris, cómodo, en el que me fui hundiendo cada vez más. Imaginé que un viento negro, una mano invisible me arrastraba al precipicio y en el recorrido empujaba a otros al vacío. Veía caer a dos o tres. Casi sin tiempo para reaccionar me aferraba a la baranda pero algo, en un último impulso, soltaba mi mano y caía sin más remedio al vacío.
No conocer a mucha gente ayudó a mantenerme alejado del balcón y aferrado al sillón gris. En un momento de la noche, se sentó al lado mío un chino. No parecía sufrir la misma fobia que yo pero algo de miedo tenía porque me habló, le entendí muy poco y tardó unos cuantos minutos en irse. Al rato apareció una pelirroja que no dejaba de mirarme la boca, yo tampoco de ver cómo miraba y cada dos frases largas mojaba sus labios con la lengua. Labios que brillaban. No era amiga de Laura pero la conocía. La noche densa contagió a mi boca. Calculé todo para ir solo una vez al baño y evitar alguna crisis. Laura se perdió entre amigos que hacía tiempo no veía y seguro que no volvería a ver por mucho tiempo más. Quizá hasta el próximo cumpleaños de Guillermo, salvo que se case o tenga hijos, que es cuando, supongo, dejará de festejar sus cumpleaños entre amigos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario